La zanahoria y el garrote (o socialdemócratas y conservadores)

«La libre elección de amos no suprime ni a los amos ni a los esclavos»

(Herbert Marcuse)

SAM_1459El parlamento, desde sus primeros momentos, ha sido el escenario de debate entre las formas conservadoras y las progresistas de ver la sociedad. Desde el Estado Laico, las leyes laborales, hasta la función asistencialista del Estado en la sociedad, han sido eternamente debatidos en dicho espacio. Por lo general, en dicha oposición de fuerzas, tendemos a simpatizar con las más progresistas, que parecen mostrar un genuino interés en mejorar las condiciones de vida de los sectores populares, frente a un conservadurismo que, enceguecido, busca no ceder ni un paso.

Pero donde se supone que vemos al bien y el mal enfrentarse, en realidad vemos ni más ni menos que un largo y acalorado debate respecto a determinadas formas de dominación. En otras palabras, los parlamentarios de un lado llevan largo tiempo intentando demostrar los beneficios de la zanahoria frente al garrote, mientras el otro sector pretende probar lo contrario.

La primera mitad del siglo XX es la muestra de aquello. En Chile, por décadas se intentó esconder y disfrazar la “cuestión social” apelando exclusivamente a la figura del “garrote”. De este modo, las demandas populares intentaron ser acalladas con matanza y represión.

Pero otros grupos, quizás más hábiles, fueron capaces de notar que la represión no era suficiente, y que por lo mismo, el Estado tenía que pretender ser un aliado de los sectores populares, ayudando cuando sea necesario. En otras palabras, eran partidarios de la «zanahoria». Es por ello que la legislación laboral, más allá de aliviar a los sectores trabajadores, funcionó como un método cooptativo y de control, puesto que aunque ilegalizó ciertas formas de abuso, ilegalizó también una serie de formas de defensa, y de acción reivindicativa.

Otro escenario en donde se ve la oposición entre los sectores conservadores del parlamento y los socialdemócratas es en los tiempos de catástrofes. Los sectores progresistas, casi sin dudarlo, ven en la catástrofe -como un terremoto o inundación- el momento ideal para legitimar la acción del Estado, puesto que al ser éste el organismo de ayuda y asistencialismo, disminuye esa imagen negativa, pero real, de que el Estado funciona para defender los intereses de unos pocos. Por tanto, la catástrofe se convierte en una justificación ideal para el Estado, puesto que es el órgano -bajo este discurso- capaz de proteger al ser humano de la violencia y lo inesperado de la naturaleza.

Siendo en este caso tan conveniente organizar desde el Estado la ayuda a los damnificados, por ejemplo del terremoto de Chillán de 1939, ¿por qué los sectores conservadores se han opuesto sistemáticamente a ello? La respuesta es simple: prefieren el garrote, prefieren la violencia ejercida (o la amenaza de ésta) como método de sometimiento, en vez de gastar excesivos recursos para que los sectores populares miren con mejores ojos al ente que los oprime.

El triunfo de los sectores socialdemócrata ha sido evidente. Con el Estado de Compromiso, nos han hecho amar y desear el aparato que nos reprime, nos ha hecho amar la jaula de oro que nos encierra. Tal ha sido el triunfo, que incluso hoy la derecha conservadora es capaz de reconocer en parte las bondades de la cooptación, de las ayudas, de los bonos, de la zanahoria.

Pero cabe hacernos una última pregunta. Como pueblo sometido ¿debemos optar por qué forma nos van a someter? Sin duda que no, puesto que aunque sea más blanda, más suave, más anestésica, la forma de dominación que impulsan los sectores socialdemócratas sigue siendo eso: dominación. Por lo mismo, cuando se nos ofrece la falsa dicotomía de optar entre dos formas de opresión, tenemos que decir NO a ambas, y rebelarnos.

Sólo rebelándonos seremos libres.

J. H.

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