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«Al Monte» (Estado como asociación ilícita 2)

«La organización estatal, siendo la fuerza con la cual las minorías recurrieron para el establecimiento y la organización de su poder sobre las masas, no puede por lo mismo ser la fuerza que nos pueda servir para destruir dichos privilegios»

(Piotr Kropotkin)

Como había esbozado en el texto anterior, dentro del ámbito de la historiografía chilena no hay una reflexión ni crítica ni profunda respecto al Estado, y más bien se le tiende a normalizar en un discurso completamente acrítico y naturalizado. Sin embargo, dicha normalización puede ser puesta en duda principalmente cuando analizamos la expansión y los procesos de legitimación que el mismo Estado debe realizar para validarse, y para ejercer el dominio sobre su territorio.

Por mucho tiempo estuve interesado en las montañas y en la cordillera chileno-argentina en el siglo XIX, y junto con un gran amigo y colega (Martín Bowen), logramos esbozar ciertas ideas respecto a este llamativo territorio. Pero ¿qué era lo tan apasionante de la cordillera, de las montañas en dicha época? La respuesta, sin duda es que, dentro de los pliegues y los recónditos parajes de los cerros, los sujetos podían efectivamente huir del Estado, ser libres, vivir “al monte”[i].

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El Estado como asociación ilícita: una hipótesis de trabajo

cangaceirosSi algo he aprendido por mi paso en la academia, es de la necesidad de producir conocimientos ajenos a ella para poder tener la libertad para generar tanto un pensamiento crítico como un conocimiento liberador. Sin embargo, desde ella misma, es que he podido llegar a ciertas intuiciones y nociones que me permiten ahora elaborar un trabajo paralelo y alternativo.

De este modo, me he percatado, tanto de las investigaciones que he hecho, de las que no he podido realizar, y de las que “pituteando” he realizado para otros, de múltiples elementos y problemáticas que resaltan a la vista. Quizás la más importante de éstas es cómo se ha ido “construyendo” una noción de Estado que para nosotros resulta tan natural, tan evidente.

Por supuesto, para la academia, adicta al rigor de las fuentes y a la linealidad del tiempo como un avance hacia el progreso, ha elaborado fórmulas simplistas que le quitan toda la densidad a lo que ellos denominan como “formación del estado-nación”. Han preferido, del mismo modo, hacer una historia de las regularidades, de las progresiones, del centro, negando así las particularidades, las excepciones, las prácticas periféricas.

Es por lo mismo, que desde este medio, que niega la rigurosidad académica como método de acceso a las realidades, es que he decidido- y en alternancia con otros ensayos que abarquen los más variados temas- cubrir mediante una serie de pequeños textos, una lectura alternativa a la formación y legitimación del Estado. Se propondrá con ello, que todo Estado nace de la ilegitimidad, y que logra constituirse como tal cuando logra reunir dos condiciones: la legitimación de su existencia por parte de la sociedad, y el control de los medios coercitivos y cooptativos.

De este modo, los ensayos mostrarán y verificarán mediante casos fragmentarios dichos elementos, resaltando por sobre todo el primer aspecto, más cultural: la legitimación del Estado como una noción de bien público, como una ilusión de una institución compartida y protectora. Por lo mismo, veremos desde las prácticas de “Los Zetas” a los Brujos de Chiloé cómo pretenden éstos situarse al mismo nivel del Estado, replicando las tácticas y fórmulas utilizadas por éste para su legitimación.

Otros ensayos enseñarán las paradojas de la recepción de la noción de Estado: ¿Cómo es posible, por ejemplo, que un criminal ejecutado por la justicia se convierta en un santo popular? Nuestra lectura es que sólo es posible cuando el pueblo ve al Estado como un otro, como una suerte de enemigo que hace del criminal un mártir caído en las manos del Estado. Emile Dubois y San Serafín Rodríguez son los ejemplos más claros de aquello.

Por supuesto, y como todo en este blog, esta planificación está destinada al caos de los hallazgos y al siempre progresivo despertar de la conciencia, que por ventura, hace ver siempre las mismas cosas de otro modo. Es esta, por lo tanto, una carta de navegación tentativa, un portulano que será constantemente corregido en la medida que la travesía sea realizada.

Pero lo que se espera de todo es claro: desnaturalizar la idea de Estado. Acción que tanto la historia en general como la academia en particular han rehusado hacer. Las instituciones que nos dominan y gobiernan no están ahí de la nada, ni son producto de la evolución y el progreso humanos. Muy por el contrario, las instituciones responden a fines e intereses, y el Estado es el ejemplo más patente.

J.H

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